Basílica del Santísimo Sacramento
Esta iglesia originalmente fue un modesto rancho de paja y terrón levantado en 1680, año de la fundación de la ciudad.
Esta iglesia originalmente fue un modesto rancho de paja y terrón levantado en 1680, año de la fundación de la ciudad. En 1683, cuando por el «Tratado Provisorio», la Colonia es devuelta a los portugueses, la iglesia continúa siendo un rancho de adobe y paja hasta 1699, que por orden del Gobernador Sebastián de Veiga Cabral, es construida con piedra y cal. La iglesia fue víctima de sucesivas destrucciones parciales debido a accidentes bélicos, como por ejemplo el sitio que duró dos años, bajo el mando del Gobernador Salcedo. Vasconcellos logra restaurarla en forma de cruz latina, con la nave en el área del presbiterio más estrecha, techo de tejas y dos torres. Cuando Pedro de Cevallos sitia la Colonia ordena nuevas obras de restauración.
En 1776 por los bombardeos del sitio otra vez queda muy arruinada y la Capilla de la Orden Tercera de San Francisco, pasa a ser utilizada como templo parroquial. Pero esta sufre un incendio y Colonia queda sin templo, utilizándose así una Capilla llamada de Santa Rita. En 1810 se inaugura un nuevo templo, pero en 1823, la caída de un rayo arrasa con la sacristía, destruyendo el altar mayor y deteriorando en parte su estructura. La explosión fue ocasionada por un polvorín portugués que se encontraba debajo de la sacristía, con municiones que habían sido allí guardadas en la época de la Dominación Cisplatina, derribando así los trabajos de reconstrucción realizados por el eminente arquitecto español Don Tomas Toribio. En su interior se encuentran dos tumbas; una de ellas es la del Vicario Domingo Rama y la otra la del Padre Barredo, quien ejerció sus hábitos allí durante cuarenta años.
La Iglesia y este hecho son mencionados por Carlos Darwin en su diario de viaje a bordo del HMS Beagle entre 1831 y 1836: «La Iglesia es una curiosa ruina. Era usada como polvorín, y fue alcanzada por un rayo durante una de las miles de tormentas eléctricas del Río de la Plata. La explosión voló dos terceras partes del edificio hasta los cimientos; la otra parte queda en pie como un raro y destruido monumento del poder de la electricidad y la pólvora unidos.
Plaza de Armas